Los rodajes de cine de terror suelen venir acompañados de misterios inquietantes: incendios “inexplicables”, accidentes que parecen anticipar escenas del guion, muertes prematuras, o utilería tan macabra que reaviva supersticiones. Décadas después, títulos como El exorcista, Poltergeist o La profecía se citan como ejemplos de “películas malditas”. ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de mito? En torno a estas producciones se ha tejido una narrativa donde el azar, la precariedad de ciertos protocolos de seguridad y el poder de la sugestión se mezclan con campañas publicitarias inteligentes y con nuestro deseo de creer que el horror puede escaparse de la pantalla.

Este artículo repasa casos emblemáticos y separa los hechos documentados de los rumores: desde esqueletos humanos reales usados como atrezo hasta accidentes trágicos que derivaron en leyendas persistentes. El objetivo no es “desencantar” las películas —el misterio también forma parte del encanto del género—, sino entender cómo surgen estas historias, por qué perduran y dónde se documentan. Porque, entre el grito del público y el silencio del set, hay un terreno fértil donde el mito crece… y conviene iluminarlo.
Entre mito y realidad: cómo nacen las leyendas en el cine de terror
Los rodajes “malditos” no surgen de la nada. La mayoría de las veces combinan tres ingredientes: hechos desafortunados, una buena dosis de sugestión y la maquinaria del marketing. Un accidente en el set o la muerte de un actor puede ser interpretado como una tragedia, pero en el contexto del cine de terror adquiere un matiz más potente: parece una extensión del guion, como si la maldición de la ficción hubiese atravesado la pantalla.
Los medios de comunicación también han tenido un papel fundamental. En los años setenta y ochenta, revistas y periódicos sensacionalistas amplificaban cualquier suceso extraño en torno a las películas de miedo, alimentando rumores que se transmitían de generación en generación. Hoy ese rol lo cumplen páginas web, redes sociales y foros, donde cualquier anécdota se multiplica hasta convertirse en mito compartido.
Tampoco hay que olvidar el interés de los propios estudios. Una producción que se publicita como “maldita” despierta la curiosidad del público y multiplica la taquilla. El exorcista fue un caso paradigmático: su campaña incluyó reportajes sobre espectadores que se desmayaban en el cine, lo cual reforzaba la idea de que la película tenía un poder sobrenatural. Algo parecido ocurrió con The Conjuring y Annabelle, donde los productores no dudaron en mencionar fenómenos extraños durante el rodaje para avivar la expectativa.
Por eso, más que hablar de “rodajes malditos”, conviene pensar en ellos como una intersección entre azar, sugestión y estrategia comercial. La función de este artículo será repasar los casos más célebres, señalando qué sucesos están documentados y cuáles se sostienen solo en rumores repetidos.
Casos emblemáticos del terror clásico
El exorcista (1973)
El rodaje de la película de William Friedkin es uno de los más citados cuando se habla de “maldiciones”. Durante la filmación se produjo un incendio que destruyó gran parte del decorado, lo que obligó a retrasar la producción varios meses y se pidió a un sacerdote real que se realizara una bendición. Ellen Burstyn, que interpretaba a la madre de Regan, sufrió una lesión permanente en la espalda durante una escena en la que era lanzada contra la pared: el grito que se escucha en la película es auténtico. Además, varias personas relacionadas con el filme —entre ellas el actor Jack MacGowran y familiares de miembros del equipo— fallecieron durante o poco después del rodaje, lo que contribuyó a reforzar la idea de un halo siniestro alrededor de la obra. La prensa no tardó en recoger estos sucesos bajo el título de “película maldita”, y ese eco mediático acabó siendo parte inseparable de su leyenda.

Poltergeist (1982)
Otro de los casos paradigmáticos. La primera entrega, dirigida por Tobe Hooper y producida por Steven Spielberg, se asocia a la llamada “maldición Poltergeist” debido a la muerte temprana de dos de sus actrices: Dominique Dunne, asesinada por su expareja poco después del estreno, y Heather O’Rourke, que murió con solo 12 años tras complicaciones médicas antes del lanzamiento de la tercera parte. El rumor más impactante lo reveló el técnico de efectos especiales Craig Reardon en un testimonio legal: en la famosa escena de la piscina se usaron esqueletos humanos reales, porque resultaban más baratos que los modelos de utilería. Aunque la producción no ocultó esta práctica —habitual en Hollywood hasta los años ochenta—, para el público la noticia resultó perturbadora y contribuyó a la idea de un rodaje embrujado.

La profecía (1976)
La historia del niño Damien, supuesto hijo del demonio, también estuvo acompañada de sucesos inquietantes. El actor Gregory Peck, el productor ejecutivo Mace Neufeld y el guionista David Seltzer sufrieron incidentes aéreos protagonizados por la caída de un rayo en sus aviones. Se reportaron accidentes de tráfico mortales, problemas con animales usados en el rodaje – donde los perros estaban muy agresivos a pesar de ser entrenados – e incluso la caída de un avión contratado por la producción, que se estrelló matando a todos sus ocupantes. El cúmulo de tragedias dio lugar a la percepción de que la película estaba bajo una auténtica maldición, reforzada por el tono apocalíptico del guion.

Rosemary’s Baby (1968)
Más que accidentes en el set, aquí la leyenda se construyó por una serie de coincidencias trágicas en torno al estreno. El productor William Castle sufrió problemas de salud graves tras recibir cartas en las que se le acusaba de haber invocado al diablo con la película. Poco después, el compositor Krzysztof Komeda murió a los 37 años. Pero el hecho más recordado fue el asesinato de Sharon Tate —esposa del director Roman Polanski y embarazada de ocho meses— a manos de la secta de Charles Manson en 1969. La conexión entre la historia del filme (una mujer embarazada acosada por un culto satánico) y la tragedia real convirtió a Rosemary’s Baby en sinónimo de rodaje maldito. Además, el edificio Dakota, donde se filmaron escenas exteriores, ya era famoso por su atmósfera oscura, y años más tarde sería escenario del asesinato de John Lennon, lo que alimentó aún más su leyenda.

Del mito a la tragedia real: El cuervo (1994)
Si en los ejemplos clásicos se mezclan accidentes, rumores y coincidencias, en el caso de El cuervo la tragedia fue tan real como devastadora. La película, dirigida por Alex Proyas y basada en el cómic de James O’Barr, contaba la historia de un músico asesinado que regresa de entre los muertos para vengarse. Durante el rodaje, el protagonista Brandon Lee, hijo de Bruce Lee, falleció a los 28 años tras recibir un disparo accidental con un arma que debía estar cargada con munición de fogueo.
La investigación posterior reveló una cadena de errores técnicos: restos de una bala se habían alojado en el cañón, y, al mezclarse con el cartucho de fogueo, se convirtieron en un proyectil letal. Aunque se demostró que se trató de un accidente laboral por negligencias en las medidas de seguridad, el suceso alimentó la narrativa de una “maldición”. No faltaron quienes vincularon la muerte de Brandon con la de su padre, Bruce Lee, fallecido también de manera prematura y rodeado de rumores sobre conspiraciones.

La tragedia marcó profundamente la recepción de la película. El rodaje se completó gracias a dobles y efectos digitales, y El cuervo se estrenó en 1994 como un éxito de culto. Sin embargo, la muerte de su protagonista la convirtió en un ejemplo paradigmático de cómo una desgracia real puede transformarse en mito colectivo, amplificada por la cultura popular y la fascinación con las supuestas “maldiciones” familiares en Hollywood.
Los nuevos expedientes: terror contemporáneo
Las llamadas “maldiciones de rodaje” no se limitan al cine clásico. En pleno siglo XXI, con sets altamente controlados y protocolos de seguridad más estrictos, también han surgido relatos de fenómenos inquietantes, aunque, en muchos casos, con un claro componente de marketing.
Uno de los ejemplos más conocidos es The Conjuring (Expediente Warren, 2013). El equipo aseguró haber vivido sucesos extraños: desde ruidos inexplicables hasta un misterioso incendio en el hotel, del que tuvieron que ser evacuados. La familia Perron —cuyo caso inspiró la historia— visitó el rodaje, y una de las hijas afirmó haber sentido una presencia que la empujaba. Más allá de la veracidad, la anécdota reforzó el aura sobrenatural que rodea la franquicia.

Algo similar ocurrió con el spin-off Annabelle (2014). El director John R. Leonetti relató que, durante una escena, una lámpara se rompió y le cayó en la cabeza a uno de los actores. Además, miembros del equipo afirmaron haber visto sombras extrañas en los monitores de rodaje. Estas declaraciones circularon en entrevistas y notas de prensa justo antes del estreno, alimentando el mito de un rodaje “embrujado”.
Otros filmes contemporáneos también han sido asociados con fenómenos curiosos. Durante El exorcismo de Emily Rose (2005), la actriz Jennifer Carpenter contó que su radio se encendía sola por las noches. Algo parecido ocurrió en el rodaje del remake de The Amityville Horror (2005): Ryan Reynolds afirmó que varios miembros del equipo se despertaban a las 3:15 de la madrugada, la misma hora en la que se cometieron los asesinatos reales en la casa original, y en una de las jornadas apareció un cadáver flotando cerca del muelle donde se filmaba una escena. Estos relatos, más anecdóticos que trágicos, muestran cómo el género continúa explotando la delgada línea entre el set de rodaje y la ficción.
En la era digital, estas historias se propagan rápidamente por redes sociales y medios especializados, convirtiéndose en parte de la promoción. Así, el mito del “rodaje maldito” sigue vivo, adaptado a los tiempos y a las estrategias de marketing contemporáneo.