domingo, abril 6, 2025
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La estética de lo cotidiano: el auge de la fotografía costumbrista en redes sociales

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En la era digital, nuestras vidas están más expuestas que nunca. Cada momento, por insignificante que parezca, puede ser capturado y compartido al instante. En plataformas como Instagram y TikTok, la fotografía costumbrista ha encontrado un nuevo auge: imágenes de desayunos a medio terminar, fachadas desgastadas por el tiempo, el reflejo de la luz en una taza de café, ancianos charlando en una plaza. Lo cotidiano se convierte en arte, y lo banal se eleva a la categoría de lo sublime.

Esta tendencia, lejos de ser un fenómeno superficial, tiene raíces profundas en la historia del arte. Desde la pintura costumbrista del siglo XIX hasta la fotografía documental del siglo XX, el interés por retratar lo cotidiano ha sido una constante. Lo que cambia es el medio y la inmediatez con la que estas imágenes circulan. ¿Por qué nos fascinan estas escenas? ¿Cómo se transforma nuestra percepción de lo cotidiano a través de la pantalla?

¿Qué es la fotografía costumbrista en redes sociales?

En la inmensidad del contenido digital, donde lo espectacular y lo llamativo suelen dominar, ha emergido una tendencia que celebra lo simple: la fotografía costumbrista. En redes sociales, cada vez es más común encontrar imágenes y vídeos que capturan escenas del día a día con una mirada artística y emocional. El reflejo de la luz en una ventana, una mesa con migas de pan tras el desayuno… estos fragmentos de vida cotidiana nos invitan a mirar el mundo con otros ojos.

Esta fotografía se caracteriza por su enfoque en lo ordinario, pero con una sensibilidad estética que lo convierte en algo especial. No se trata de capturar grandes eventos ni de buscar imágenes excesivamente editadas, sino de destacar la belleza en los pequeños detalles. Este tipo de fotografía suele jugar con la luz natural, los encuadres espontáneos y una composición que recuerda a la pintura costumbrista del siglo XIX o a la fotografía documental clásica.

A diferencia de otros estilos fotográficos más calculados, este estilo se apoya en la inmediatez y la autenticidad. Muchas veces, estas imágenes parecen casi accidentales, tomadas en un momento sin demasiada preparación, pero transmiten una sensación de cercanía y verdad. En TikTok, este enfoque se traduce en vídeos cortos donde se muestran pequeños instantes de la vida diaria con música suave o narraciones en off que refuerzan su carácter introspectivo.

Esta tendencia también implica una forma de expresión personal. A través de estas imágenes, quienes las crean comparten una visión del mundo que revaloriza lo simple y lo efímero, en contraposición a la estética del lujo y la perfección que predominó en las redes durante mucho tiempo.

Algunos ejemplos populares incluyen fotografías de interiores desordenados que reflejan la vida real, imágenes de calles anónimas con una luz evocadora, primeros planos de objetos cotidianos con un aire nostálgico, retratos espontáneos de personas en situaciones comunes o vídeos de rutinas diarias presentados con una estética casi cinematográfica.

De la pintura costumbrista a la fotografía digital: una tradición reinventada

La representación de la vida cotidiana en el arte no es un fenómeno reciente. La pintura costumbrista del siglo XIX, la fotografía documental en el siglo XX… muchos artistas han encontrado inspiración en escenas comunes y en los pequeños gestos de la vida diaria. Lo que hoy vemos en redes sociales tiene raíces profundas en la historia del arte y la imagen.

El costumbrismo pictórico surgió en Europa y América Latina como una manera de capturar las costumbres, vestimentas y actividades de la gente común. Pintores como Jean-Baptiste Siméon Chardin en Francia, Adolfo Guiard en España o José Agustín Arrieta en México retrataron escenas domésticas, mercados y tabernas con un enfoque que buscaba tanto la fidelidad como la emoción en los detalles más simples. Estas obras tenían un fuerte componente narrativo: pretendían contar historias de su cotidianeidad.

Con la llegada de la fotografía, este interés por lo cotidiano se trasladó al nuevo medio. Desde finales del siglo XIX, fotógrafos como Eugène Atget en París o Walker Evans en Estados Unidos documentaron la vida urbana con un enfoque casi poético. Durante el siglo XX, la fotografía callejera y el fotoperiodismo consolidaron aún más esta estética, con figuras como Henri Cartier-Bresson o Vivian Maier, quienes capturaron momentos espontáneos de la vida diaria con una sensibilidad única.

Hoy en día, la fotografía costumbrista ha encontrado en las redes sociales un nuevo espacio de expresión. Si antes los artistas necesitaban galerías o publicaciones impresas para difundir su trabajo, ahora basta con un teléfono móvil y una cuenta en alguna red social para compartir una mirada particular sobre lo cotidiano. La accesibilidad de la tecnología ha democratizado esta forma de arte, permitiendo que cualquier persona pueda convertirse en cronista visual de su propia realidad.

Lo cotidiano en la era digital: Instagram y TikTok como museos del día a día

Las redes sociales han cambiado la forma en que experimentamos y compartimos imágenes. Instagram y TikTok, en particular, se han convertido en escaparates de la vida cotidiana, donde la estética costumbrista ha encontrado un espacio de expresión único. Escenas simples como la luz de la tarde filtrándose por una ventana, una taza de café a medio beber o un paseo por una calle cualquiera pueden transformarse en pequeñas obras de arte visual.

Instagram, desde sus inicios, ha sido un medio para la fotografía cuidada y estilizada. Sin embargo, en los últimos años, ha evolucionado hacia una estética más espontánea y natural. Muchas cuentas han abandonado la perfección artificial de las imágenes altamente editadas para centrarse en lo auténtico: fotos sin filtros, composiciones más descuidadas y momentos capturados con inmediatez. Este cambio responde a una necesidad de conectar con lo real, de mostrar la vida tal como es, sin adornos ni poses forzadas.

TikTok ha llevado este enfoque un paso más allá con su formato de vídeo. Aquí, lo cotidiano se presenta en movimiento: clips breves de rutinas diarias, trayectos en transporte público o cenas en casa grabadas con una mirada estética. La música, la edición minimalista y la narración en off refuerzan la sensación de intimidad y cercanía. Este tipo de contenido no busca impresionar, sino transmitir una emoción, una sensación de familiaridad con quienes lo ven.

Lo interesante de estas plataformas es que han convertido lo ordinario en un fenómeno global. Una imagen de una calle solitaria en Tokio, un desayuno en Buenos Aires o la lluvia que cae sobre un balcón en París pueden generar miles de interacciones, demostrando que la belleza de lo cotidiano es un lenguaje universal. Además, estas redes han permitido que personas sin formación artística encuentren en la fotografía y el vídeo un medio de expresión accesible y poderoso.

Entre la nostalgia y la autenticidad: el atractivo de lo cotidiano

El auge de la fotografía costumbrista en redes sociales no es casualidad. En un mundo donde lo digital avanza a un ritmo vertiginoso y las imágenes editadas y filtradas han dominado la estética online durante años, hay una creciente necesidad de volver a lo real. La fotografía de lo cotidiano responde a esta búsqueda de autenticidad, pero también a una cierta nostalgia por tiempos más sencillos y palpables.

Por un lado, esta tendencia conecta con una idealización del pasado. Imágenes granuladas, tonos cálidos y composiciones reminiscentes de la fotografía analógica evocan un tiempo en el que la vida parecía menos acelerada. Muchas de estas fotografías y vídeos adoptan la estética del “lo-fi” (baja fidelidad), con colores apagados, desenfoques sutiles y movimientos de cámara temblorosos que imitan la espontaneidad de una toma casera. En TikTok, por ejemplo, los filtros que imitan cámaras VHS o Polaroid han ganado popularidad precisamente por esta carga nostálgica.

Por otro lado, más allá de la estética, está la cuestión de la autenticidad. En un entorno digital donde todo parece calculado para la imagen perfecta, la fotografía costumbrista ofrece un respiro. Mostrar el café derramado sobre la mesa, la luz natural sin retoques o los platos a medio comer desafía la obsesión por la perfección que dominó la era de los “influencers” tradicionales. Esta búsqueda de lo genuino también se traduce en el auge de cuentas que comparten rutinas diarias sin grandes pretensiones: desde el registro de caminatas solitarias hasta la preparación de una comida casera sin la presión de que todo luzca impecable.

El atractivo de estas imágenes radica en que son universales. Cualquiera puede sentirse identificado con una ventana empañada en un día de lluvia, con la sombra de un árbol proyectada sobre la acera o con la manera en que la luz de la tarde tiñe de dorado una habitación. Son escenas que todos vivimos, pero que a menudo pasamos por alto. La fotografía costumbrista en redes sociales nos invita a detenernos, a mirar nuestro entorno con nuevos ojos y a encontrar belleza en lo que normalmente damos por sentado.

¿Cómo nos cambia la forma de mirar el mundo?

El auge de la fotografía costumbrista en redes sociales ha transformado nuestra manera de mirar el mundo. Lo que antes podía parecer insignificante, ha cobrado una nueva dimensión estética. Las redes sociales han hecho posible que cualquier persona, sin necesidad de ser fotógrafa profesional, pueda capturar y compartir fragmentos de su día a día, dotándolos de un valor que trasciende lo meramente documental.

Esta tendencia responde a una necesidad contemporánea: frente a la saturación de imágenes artificiales, cuidadosamente producidas y filtradas, surge un deseo de autenticidad y de conexión con la vida real. Este estilo de fotografía se convierte así en un acto de resistencia contra la perfección y el ritmo acelerado del mundo digital, proponiendo una mirada más pausada y reflexiva sobre la realidad que nos rodea.

Esta corriente resignifica lo banal, pero también redefine lo sublime. La belleza ya no se encuentra exclusivamente en lo grandioso o lo extraordinario, sino en la repetición de los gestos cotidianos, en la luz que cambia con las estaciones, en la textura de una calle gastada por el tiempo. A través de esta nueva estética, lo doméstico, lo efímero y lo rutinario adquieren un carácter poético, demostrando que el arte puede encontrarse en los rincones más inesperados de la vida diaria.