sábado, noviembre 8, 2025
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Jerez de los Caballeros, Capital de Escapada Rural 2025

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Entre las colinas de la Sierra Suroeste de Badajoz se encuentra Jerez de los Caballeros, una localidad que recientemente ha sido reconocida como Capital de Escapada Rural 2025. El galardón, otorgado por la plataforma EscapadaRural, tiene como objetivo «dar visibilidad a los municipios que apuestan por el desarrollo del turismo rural». Este reconocimiento pone en valor no solo la riqueza patrimonial de la llamada «ciudad de las cuatro torres», sino también su modo de vida pausado, su paisaje de dehesa y su autenticidad como destino cultural.

Jerez de los Caballeros es un redescubrimiento. Quien recorre sus calles blancas se encuentra con un pasado templario, con torres barrocas que dominan el horizonte y con una memoria histórica que sigue viva en cada piedra. Su patrimonio, su entorno natural y su gente conforman un conjunto que explica por qué este rincón extremeño fue declarado Conjunto Artístico-Monumental en 1966 y se ha convertido en uno de los lugares más atractivos para una escapada con contenido histórico y cultural.

Raíces históricas: de los templarios al esplendor barroco

La historia de Jerez de los Caballeros es la de un lugar que ha sabido conservar las huellas de todas las civilizaciones que lo habitaron. Su origen se remonta probablemente a tiempos prerromanos, aunque fueron los romanos, bajo el nombre de Fama Iulia Seria, quienes consolidaron el asentamiento en una zona estratégica de paso entre Itálica y Emérita Augusta. Más tarde, bajo dominio musulmán, el enclave fue conocido como Xerixa o Xeris, y, aunque no quedan muchos vestigios de esta época, debió tener importancia, formando parte del entramado defensivo del suroeste peninsular.

La historia cambió de rumbo en 1230, cuando el rey Alfonso IX de León reconquistó la villa y la entregó a la Orden del Temple. Los templarios fortificaron el cerro, levantaron murallas y torres, y dotaron al lugar de una estructura urbana que aún se reconoce en el trazado actual. La fortaleza templaria – cuyo recinto todavía domina el horizonte – se convirtió en el corazón de una comunidad donde la religión y la defensa se fundían en un mismo ideal. Sin embargo, la disolución de la Orden en 1312, con el consecuente dominio de la Corona, marcó el fin de esa etapa y dio paso a nuevos capítulos de poder y rivalidad.

Durante los siglos XVI al XVIII, Jerez vivió su periodo de mayor esplendor. El comercio, la agricultura y la riqueza de las familias nobles impulsaron la construcción de iglesias y torres barrocas, que transformaron el perfil de la ciudad y le dieron ese aire majestuoso que aún conserva. Fue también el tiempo en que Carlos V le concedió el título de «ciudad» (entre 1523 y 1526), y en que nacieron figuras como Vasco Núñez de Balboa, líder de la expedición que descubrió, para Europa, el océano Pacífico, cuyo nombre recuerda la vocación aventurera de este rincón extremeño.

Caminar hoy por Jerez de los Caballeros es recorrer siglos de historia condensados en piedra, desde el eco templario hasta el fulgor barroco de sus torres.

La ciudad visible: arte, torres y piedra blanca

Jerez de los Caballeros se reconoce desde lejos. Su silueta blanca se derrama por la ladera y cuatro torres barrocas la coronan como si marcaran los puntos cardinales de su historia. Este perfil, que le ha valido el sobrenombre de la ciudad de las cuatro torres, es también una metáfora: cada una de ellas guarda un tiempo, un estilo y una memoria.

El paseo por su casco histórico es un recorrido entre piedra y cal. Las murallas templarias, aún visibles en varios tramos, envuelven el núcleo antiguo y conducen hasta la fortaleza, erigida por la Orden del Temple sobre restos de una alcazaba musulmana. Su Torre del Homenaje, conocida como la Torre Sangrienta, recuerda el violento final de los templarios en el siglo XIV, cuando muchos fueron ajusticiados tras la disolución de la Orden por negarse a renunciar a ella. También se puede visitar la Casa Museo de Núñez de Balboa, una vivienda de la época con funciones museísticas que homenajea la figura del conquistador extremeño.

Entre los templos que dominan ese paisaje, destaca la Iglesia de San Bartolomé, la cual se hizo en el siglo XV, pero sufrió numerosas remodelaciones en los siglos XVII y XVIII, lo que le da su aspecto barroco de azulejos y molduras que parece competir en altura con el cielo extremeño. Su torre, decorada con cerámica vidriada, es quizá la más emblemática de la ciudad. Le sigue la Iglesia de San Miguel Arcángel, situada en la Plaza de España, cuya torre —de más de sesenta metros— fue levantada en 1749 y constituye una de las obras maestras del barroco tardío en Extremadura. La Iglesia de Santa María de la Encarnación, el templo más antiguo de Jerez, es de carácter más sobrio, y conserva trazas góticas y renacentistas, mientras que la de Santa Catalina, extramuros, muestra un equilibrio elegante entre el barroco y el neoclasicismo.

Entre torres, plazas y calles empedradas, el visitante descubre un urbanismo que conserva el ritmo pausado de los siglos. Las fachadas encaladas, los patios interiores y los balcones de forja hablan de una identidad sureña que combina sencillez y orgullo. En el centro, la Plaza de España articula la vida social: terrazas, comercios y el sonido de las campanas que marcan las horas.

La belleza de Jerez está, sobre todo, en la armonía entre estos monumentos y el paisaje que los rodea. La arquitectura, el relieve y la luz parecen dialogar: piedra y horizonte se funden para formar una de las estampas más singulares de la Baja Extremadura.

El alma rural: la dehesa, la gastronomía y la vida cotidiana

Más allá de sus murallas y torres, Jerez de los Caballeros late al ritmo del campo que la rodea. La dehesa extremeña es una forma de vida que ha modelado, durante siglos, la economía, la cultura y hasta la identidad del lugar. Al recorrer los alrededores de la ciudad, el visitante se adentra, además en un mosaico de encinas, alcornoques y pastos, donde pastan los cerdos ibéricos, símbolo indiscutible de la región. También está rodeado de numerosas sierras – puesto que es el tramo más occidental de Sierra Morena – y arroyos, que le terminan de dar un encanto especial.  

La ganadería y la producción del jamón ibérico son pilares fundamentales del entorno jerezano. No es casual que aquí se celebre una de las ferias más reconocidas dedicadas a este producto, donde tradición y gastronomía se dan la mano. En las tabernas del casco histórico o en los restaurantes del entorno, el sabor de la dehesa se traduce en platos de carne de cerdo, migas, calderetas y quesos, acompañados de vinos de la tierra.

Pero la esencia rural de Jerez va más allá de la gastronomía. La vida cotidiana conserva un ritmo pausado, todavía vinculado a los ciclos naturales. Las calles blancas, el saludo entre vecinos, las plazas que sirven de punto de encuentro o las fiestas patronales transmiten una autenticidad que resulta cada vez más valiosa en tiempos de prisa.

Miradas contemporáneas: Jerez hoy

En los últimos años, la ciudad ha sabido revalorizar su patrimonio y proyectarlo hacia el futuro con una oferta cultural y turística que pone en diálogo la tradición con la contemporaneidad. Su reciente reconocimiento como Capital de Escapada Rural 2025 es reflejo de esa apuesta: un premio que distingue no solo la belleza del entorno, sino también el esfuerzo por mantener vivo el tejido social y cultural del municipio.

Eventos como la Semana Santa, declarada de Interés Turístico Nacional, o el Salón del Jamón Ibérico, que atrae cada año a miles de visitantes, conviven con nuevas iniciativas que fomentan el turismo sostenible y la puesta en valor del patrimonio histórico-artístico. Las rutas temáticas —templaria, barroca o natural— permiten recorrer el territorio desde distintas perspectivas, mientras que proyectos de restauración y difusión cultural refuerzan el vínculo entre los habitantes y su historia.

Hoy, Jerez de los Caballeros se presenta como un ejemplo de cómo un pueblo puede reinventarse sin perder su identidad: un espacio donde la memoria templaria, la arquitectura barroca y la vida rural encuentran continuidad en una comunidad que mira al futuro sin olvidar sus raíces.

Una memoria habitable

En Jerez de los Caballeros, la historia es un paisaje que se vive. Sus torres barrocas, las murallas templarias y las calles encaladas componen una memoria que sigue habitada, donde el pasado no se contempla desde la distancia, sino que acompaña la vida diaria de sus habitantes.

El reconocimiento como Capital de Escapada Rural 2025 no solo celebra su patrimonio monumental, sino también su capacidad para mantener intacto un modo de vida genuino, conectado con la tierra y la comunidad. En un tiempo en que lo rural se reivindica como espacio de futuro, Jerez demuestra que tradición y modernidad pueden convivir con armonía.

Quien la visita no solo descubre un lugar bello, sino un testimonio vivo de lo que significa permanecer: una ciudad que mira al horizonte con la serenidad de quien conoce bien su historia.