lunes, octubre 20, 2025
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Iconografía del 12 de octubre: entre la gloria y la culpa

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Durante siglos, el 12 de octubre ha sido presentado como una escena de gloria. Colón alzando la mirada hacia el horizonte, las banderas ondeando bajo el cielo del “descubrimiento”, los cuerpos indígenas inclinados ante la llegada de Europa. En la pintura, la escultura y los carteles conmemorativos, el relato visual del Día de la Hispanidad consolidó una imagen heroica: la del encuentro como gesta civilizadora. Sin embargo, las imágenes también tienen historia, y, con el paso del tiempo, aquella iconografía triunfal comenzó a resquebrajarse.

Hoy, las representaciones del 12 de octubre se observan desde otra óptica: la de la memoria crítica y la conciencia poscolonial. La gloria se convierte en culpa, el héroe en símbolo de opresión, y la celebración en un campo de disputa cultural. Este artículo propone un recorrido por esa transformación visual —de la epopeya a la revisión—, explorando cómo el arte ha reflejado y cuestionado los discursos sobre la “Hispanidad”, y cómo las imágenes, en vez de ser neutrales, participan activamente en la construcción y deconstrucción de un mito histórico.

De la epopeya al mito: la iconografía heroica (siglos XIX-XX)

Entre los siglos XVI y XVIII la figura de Cristóbal Colón fue escasamente o nada relevante, relegándose a segundo plano, por lo que en pocas ocasiones apareció en la historia del arte. Hasta el siglo XIX no cobrará importancia como héroe civilizador, en paralelo al auge de los nacionalismos europeos y a la construcción simbólica del imperio español. Las exposiciones universales, las celebraciones patrióticas y los encargos oficiales promovieron una iconografía en la que el “descubrimiento de América” aparecía como el acto fundacional de la modernidad occidental. En este contexto, la pintura histórica se convirtió en un instrumento de legitimación política y cultural.

Obras como El primer desembarco de Colón en América (1862), de Dióscoro Puebla, o Primer homenaje a Colón (1892), de José Garnelo y Alda, plasmaron el ideal de una misión evangelizadora que justificaba la conquista. En ellas, la composición piramidal, la luz teatral y la postura reverente de los indígenas reforzaban la jerarquía visual entre el conquistador y el conquistado. A su vez, los monumentos erigidos a Colón en ciudades como Madrid, Barcelona, Santo Domingo o Buenos Aires materializaron en el espacio público la narrativa de la “gloria imperial”, vinculada a la idea de unidad entre España y sus antiguas colonias.

El IV Centenario del “Descubrimiento” en 1892 y la posterior institucionalización del Día de la Raza a principios del siglo XX consolidaron esa iconografía heroica. Los carteles y programas conmemorativos difundían una visión romántica y paternalista de la Hispanidad, exaltando la figura de Colón como símbolo de progreso y concordia entre pueblos. La imagen servía así para suturar heridas históricas y proyectar un relato de continuidad nacional. En estas representaciones, el arte actuaba como espejo del poder: un medio para eternizar la conquista bajo la forma de la pintura, el mármol o el desfile.

Crisis de los símbolos: la revisión crítica contemporánea

A finales del siglo XX, la iconografía heroica del 12 de octubre comenzó a fracturarse. La expansión de los estudios poscoloniales y el auge de los movimientos sociales de raíz indígena y antirracista transformaron la percepción pública de las imágenes del “descubrimiento”. Las mismas obras que antes exaltaban la gloria nacional empezaron a leerse como símbolos de violencia y dominación. El arte contemporáneo, sensible a estas tensiones, asumió la tarea de reescribir la memoria visual del colonialismo.

Numerosos artistas de América y Europa han reinterpretado la figura de Cristóbal Colón o los símbolos del 12 de octubre desde perspectivas críticas, decoloniales o activistas. Entre ellos destaca el artista indígena estadounidense Gregg Deal (de la Nación Pyramid Lake Paiute), que, en obras como Colón y el arte de la vida indígena moderna, subvierte los imaginarios coloniales desde la experiencia contemporánea de los pueblos originarios. Mediante performance, muralismo y acciones en el espacio público, Deal convierte la iconografía del “descubridor” en una denuncia contra la persistencia del racismo y el borrado cultural.

También en el espacio público, el artista mexicano David Alejandro Hernández protagonizó en 2021 una intervención en el Monumento a Colón de Ciudad de México, al subirse al pedestal y reemplazar simbólicamente la figura del conquistador. Su acción performativa condensó una crítica a la herencia colonial y a la permanencia de los héroes imperiales en el paisaje urbano, abriendo un debate nacional sobre la memoria monumental.

Otras propuestas, como la performance The Couple in the Cage: Two Undiscovered Amerindians Visit the West (1992–1993) de Coco Fusco y Guillermo Gómez-Peña, reformulan de manera radical las alegorías históricas vinculadas al colonialismo. Presentada durante las celebraciones del V Centenario del “Descubrimiento de América”, la acción consistía en encerrar a los propios artistas en una jaula, caracterizados como supuestos “amerindios recién descubiertos”, mientras el público los observaba en museos y espacios públicos —entre ellos la Plaza de Colón de Madrid—. Mediante la parodia y la incomodidad, la obra evidenciaba la continuidad del exotismo y del racismo implícitos en las narrativas de la Hispanidad. Fusco y Gómez-Peña transformaron así el espectáculo de la conquista en una crítica visual a la mirada colonial, desvelando cómo los gestos de celebración del “descubrimiento” reproducen jerarquías entre el observador y el observado, entre la gloria y la humillación.

Paralelamente, las manifestaciones e intervenciones ciudadanas sobre monumentos a Colón en Los Ángeles, Santiago de Chile, Bogotá o Barcelona han convertido el gesto iconoclasta en un lenguaje político contemporáneo. Estas acciones no solo denuncian la violencia histórica, sino que cuestionan la propia legitimidad de los símbolos en el espacio público. En este nuevo contexto, la figura del conquistador deja de representar la gloria nacional para convertirse en un punto de conflicto, en una imagen incómoda que obliga a revisar la historia desde el presente.

Del museo a la calle: el 12 de octubre como espacio performativo

En el siglo XXI, el 12 de octubre ha trascendido los límites del museo o del monumento para convertirse en un escenario vivo de confrontación simbólica. Las calles, plazas y redes sociales funcionan hoy como espacios donde se reescriben las narrativas visuales de la Hispanidad. En ellos, la performance, el arte urbano y las intervenciones efímeras sustituyen a la pintura histórica como medios de reflexión colectiva.

El gesto de intervenir un monumento —cubrirlo, rodearlo, pintarlo o reemplazarlo— se ha transformado en una práctica artística y política que actualiza la iconografía colonial. Acciones como la de David Alejandro Hernández en Ciudad de México o la retirada de estatuas de Colón en ciudades como México DF y Los Ángeles no se limitan a un acto de destrucción: constituyen performances públicas donde la sociedad debate, de manera visual, su propia memoria. Estos espacios, ahora vacíos o sustituidos por otros monumentos, se convierten, así, en un espacio de reapropiación simbólica y de duelo histórico.

También el arte performativo ha encontrado en esta fecha un lugar de enunciación. Artistas como Regina José Galindo, desde Guatemala, han utilizado su cuerpo como soporte de denuncia frente a las violencias heredadas del colonialismo y el patriarcado, creando vínculos entre el pasado imperial y las desigualdades contemporáneas. En sus acciones, el cuerpo sustituye a la estatua: un cuerpo que sufre, resiste y reclama ser visto.

Estas prácticas desbordan la institución artística tradicional y convierten el 12 de octubre en un campo de batalla estética donde se cruzan memoria, identidad y poder. Frente a la retórica celebratoria, las performances e intervenciones urbanas proponen una iconografía del conflicto: imágenes inestables, colectivas y efímeras que disuelven el relato único de la conquista. El arte ya no ilustra la historia, sino que la disputa, mostrando que la memoria visual también puede ser un acto de resistencia.

Imágenes en disputa

La historia del 12 de octubre puede leerse como una sucesión de imágenes en conflicto. De la exaltación heroica del siglo XIX a las intervenciones críticas del presente, la representación de la “Hispanidad” revela cómo el arte refleja el poder, pero también lo cuestiona. Allí donde antes se erigían monumentos a la gloria imperial, hoy emergen performances, vacíos simbólicos o pedestales resignificados. Las imágenes, así, se convierten en escenarios donde se negocia el sentido mismo de la memoria colectiva.

La figura de Colón, antaño emblema de civilización y progreso, es hoy un signo fracturado: un espejo donde se enfrentan el orgullo nacional y la culpa histórica. Cada intervención, cada derribo o relectura visual, reactiva un debate más amplio sobre cómo narrar la historia sin repetir sus jerarquías. En este tránsito, el arte contemporáneo actúa como mediador crítico entre la memoria y la justicia, sustituyendo la retórica de la conquista por lenguajes de resistencia, ironía o reparación.

Así, la iconografía del 12 de octubre ya no pertenece únicamente al museo ni al monumento, sino al espacio público y a la esfera del debate social. En su transformación —de la gloria a la culpa, del mito a la pregunta— late la posibilidad de una nueva mirada sobre el pasado: una en la que la imagen no consagre el poder, sino que lo interrogue. Porque toda conmemoración es una forma de decidir qué queremos recordar… y cómo queremos mirarlo.