El Partenón, máximo templo de la Acrópolis de Atenas y del mundo clásico, ha suscitado gran admiración a lo largo de los siglos. Sin embargo, guarda un debate que ha perdurado a lo largo del tiempo: el expolio de sus mármoles.
A principios del siglo XIX, cuando Grecia estaba bajo dominio del Imperio Otomano, el embajador del gobierno británico ante este imperio, Lord Elgin, pidió un permiso para estudiar in situ la Acrópolis. No obstante, lo que comenzó siendo un estudio del complejo terminó siendo el expolio de sus mármoles, separándolos de su legítimo contexto y trasladándolos a Londres, donde unos años después acabarían expuestos en el Museo Británico hasta la actualidad.
Este acto de Lord Elgin generó una gran polémica que se mantiene hasta la actualidad. Los griegos han solicitado muchas veces la devolución de los mármoles como parte integral de su patrimonio y se han hecho campañas para ello, pero el gobierno británico ha hecho caso omiso.
En este artículo, exploraremos la historia de este emblemático templo y el contexto del expolio de sus mármoles, analizaremos las diferentes perspectivas de este asunto y reflexionaremos sobre su significado en el ámbito del patrimonio cultural y la identidad nacional.
El Partenón y su historia
Alrededor del año 450 a.C., Pericles inició un programa de obras destinado a embellecer la ciudad. Así comenzó la construcción del Partenón, iniciando en el 447 y terminando aproximadamente en el 432 a.C., resultando un insólito templo tanto por sus grandes dimensiones como por la abundancia de su ornamento. El escultor Fidias se encargó de la decoración escultórica, mientras que la construcción del edificio estuvo a manos de los arquitectos Ictino y Calícrates.
El resultado sería un templo de orden dórico, con columnas dispuestas regularmente. Su interior se organizó en columnas en dos pisos, con una colosal escultura de oro y marfil de la diosa Atenea. En cuanto a la decoración, destacaron las metopas en el friso exterior, compuestas por bajorrelieves que representaban las grandes batallas de la mitología griega, así como los frontones, dedicados a la diosa.
El Partenón se mantuvo intacto hasta la irrupción del cristianismo, cuando se trasladó la escultura de Atenea a Constantinopla y se adaptó el edificio a una iglesia cristiana dedicado a la Virgen. En 1458, con la conquista turca, se transformó en mezquita.
Pero, sin duda, uno de sus episodios más trágicos fue en 1687. Ese año, los venecianos, en conflicto contra los turcos, asediaron la ciudad. Los turcos convirtieron el edificio en el fortín, pensando que un lugar tan emblemático quedaría a salvo del bombardeo de los cristianos. No obstante, el general veneciano lo bombardeó sin piedad, destruyendo gran parte de su estructura.
Esta explosión dejó al Partenón hecho una ruina. Posteriormente, los turcos construyeron dentro una pequeña mezquita, y muchos mármoles fueron aprovechados para hacer construcciones vecinas, o incluso robados por viajeros.
El expolio de los mármoles
A principios del siglo XIX, se produjo el expolio de los mármoles del Partenón a manos de Lord Elgin. Lord Elgin obtuvo un permiso, posiblemente falsificado, de las autoridades otomanas para acceder a la Acrópolis. Contrató a artistas italianos para dibujar y moldear los mármoles, con el objetivo inicial de documentarlas.
No obstante, en 1801 empezó a sustraer materiales del Partenón y de sus estructuras circundantes. Durante un año desvalijó el edificio, parte del pórtico de las Cariátides del Erecteion, fragmentos del friso del templo de Atenea Niké, y muchas otras piezas de la Acrópolis. Después de un par de años embalados en cajas, finalmente partieron para Londres, pero uno de los barcos que transportaba las cajas se hundió, pudiendo rescatar solo dos cajas; el resto tardaron dos años en sacarlas del agua, suponiendo más daños para las obras.
En 1816, por problemas económicos, las vendió al gobierno británico, pasando a ser expuestas en el Museo Británico, donde están expuestos hasta la actualidad.
Reclamaciones del gobierno griego para la devolución de los mármoles
El gobierno griego sostiene que los mármoles del Partenón son parte integral de su patrimonio cultural y, por ende, ha llevado a cabo persistentes reclamaciones para su repatriación. Desde la independencia del país en 1829, estas reclamaciones se han basado en argumentos históricos y culturales que subrayan el profundo vínculo entre estas obras y la identidad griega. Según el gobierno, el expolio de estas obras constituye un acto de expoliación cultural que debe ser corregido.
Los griegos también han apelado a consideraciones legales y morales en su solicitud de repatriación de estas piezas artísticas. Según el derecho internacional, los países tienen derecho de reclamar el retorno de su patrimonio cultural saqueado o expoliado, un principio que respalda estas reclamaciones. Además, se argumenta que los museos tienen la responsabilidad ética de preservar y exhibir el patrimonio cultural de manera justa, respetando los derechos de los países de origen y las comunidades de herencia cultural.
A lo largo de los años, el gobierno griego ha empleado diversas iniciativas y estrategias diplomáticas en su búsqueda de la repatriación de los mármoles del Partenón. Esto incluye negociaciones bilaterales con el gobierno británico y el Museo Británico, así como la búsqueda de apoyo internacional. Destacan los esfuerzos para obtener respaldo de organizaciones internacionales y personalidades influyentes en el ámbito cultural y político.
A pesar de los esfuerzos del gobierno griego, la devolución sigue enfrentando desafíos. La legislación nacional e internacional, así como las políticas museológicas, plantean obstáculos legales y políticos para la repatriación de las obras de arte. La disputa continúa generando debate y controversia en la comunidad internacional, con diferentes puntos de vista sobre el lugar adecuado para estas obras y su significado en el contexto del patrimonio cultural mundial.
El debate en la actualidad
En los últimos años, el debate sobre la devolución de los mármoles del Partenón ha generado manifestaciones y movimientos tanto en Grecia como a nivel internacional. Grupos activistas, ciudadanos y organizaciones culturales han abogado por la repatriación de estas obras de arte a su lugar de origen, argumentando razones históricas, culturales y éticas. Estas manifestaciones reflejan un creciente reconocimiento de la importancia de abordar las injusticias históricas y restaurar la dignidad cultural de las naciones afectadas por el expolio colonial.
Expertos en patrimonio cultural, historia del arte y ética museológica han ofrecido una variedad de puntos de vista sobre este asunto. Algunos sostienen que la repatriación de estas obras es un acto de justicia histórica y cultural, mientras que otros advierten sobre los desafíos legales y prácticos que implica tal medida, así como sobre la importancia de garantizar un acceso global a estas obras de arte. Además, se ha subrayado la necesidad de considerar las implicaciones a largo plazo de cualquier decisión sobre la devolución de los mármoles, tanto en términos de relaciones internacionales como de interpretación del patrimonio cultural.
Las noticias más actuales sobre el tema abordan la oferta de Grecia para llegar a un acuerdo con Gran Bretaña para recuperar los mármoles. La propuesta de prestar al Museo Británico algunas de las más importantes antigüedades griegas para exposiciones rotativas podría abrir una vía para resolver esta disputa cultural de larga data entre Atenas y Londres. Sin embargo, queda por ver cómo se desarrollarán las negociaciones y si ambas partes lograrán llegar a un acuerdo que satisfaga sus intereses y principios.
Desde un punto de vista ético, la devolución de los mármoles del Partenón plantea importantes cuestiones sobre la propiedad cultural, la preservación del patrimonio y la justicia histórica. Si bien existen argumentos a favor y en contra de la repatriación de estas obras, es fundamental considerar el contexto histórico y cultural en el que fueron adquiridas, así como el impacto que su devolución tendría en la comprensión y apreciación del patrimonio cultural mundial. Además, la búsqueda de soluciones mutuamente beneficiosas que respeten los derechos y las sensibilidades de todas las partes involucradas puede ser clave para avanzar hacia una resolución satisfactoria del conflicto.