martes, septiembre 16, 2025
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El rol del arte y la narrativa en el acompañamiento médico

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El campo de la medicina ha comenzado a reconocer que el proceso de curación no puede reducirse únicamente a lo biológico. El sufrimiento, la enfermedad y la recuperación atraviesan dimensiones emocionales, sociales y culturales que requieren un abordaje más amplio. En este marco, el arte y la narrativa han adquirido un papel destacado como herramientas de acompañamiento en la práctica médica. Estas prácticas contribuyen a humanizar la atención, fomentar la empatía y ofrecer un espacio de expresión simbólica que complementa los tratamientos clínicos.

El arte, entendido en su multiplicidad —artes plásticas, música, teatro, literatura o artes digitales—, permite que el paciente represente experiencias que pueden resultar inefables. Por su parte, la narrativa, como práctica de contar y escuchar historias, facilita la construcción de sentido frente a la enfermedad, uniendo la experiencia subjetiva del paciente con la mirada técnica del profesional sanitario. En conjunto, arte y narrativa constituyen un puente entre ciencia y humanidades, entre la objetividad del diagnóstico y la subjetividad del padecimiento.

Este artículo explora el rol del arte y la narrativa en el acompañamiento médico, atendiendo tanto a sus fundamentos teóricos como a sus aplicaciones prácticas. Se analizarán las principales aproximaciones de las humanidades médicas (medical humanities), se revisarán ejemplos de proyectos artísticos y narrativos en contextos clínicos, y se discutirá el valor de estas prácticas para pacientes, profesionales y la sociedad en su conjunto.

Marco conceptual: arte, narrativa y medicina

Hace unas décadas ha surgido una corriente de la medicina que recuerda que la salud es también una cuestión de emociones, relatos y símbolos. Este enfoque, conocido como humanidades médicas (medical humanities), busca complementar la ciencia con disciplinas como la literatura, la filosofía o el arte, para ofrecer una visión más integral del ser humano. En este marco, el arte y la narrativa ocupan un lugar central.

El arte como expresión y acompañamiento

La práctica artística, ya sea a través de la pintura, la música o el teatro, ha acompañado históricamente al cuidado de la salud. Hoy sabemos, gracias a estudios en arteterapia, que el arte puede reducir la ansiedad, mejorar el estado de ánimo y favorecer la resiliencia. En hospitales, contemplar o crear arte abre espacios de expresión frente al dolor o la rutina médica, devolviendo al paciente la posibilidad de sentirse agente y no solo objeto de tratamiento.

La narrativa como construcción de sentido

La narrativa permite comprender la enfermedad como parte de una historia vital. La médica Rita Charon, impulsora de la narrative medicine, sostiene que escuchar la historia del paciente es tan importante como conocer sus síntomas. Relatar la experiencia ayuda a integrar la enfermedad en la biografía, mientras que para los profesionales escuchar genera empatía y ofrece una visión más completa del paciente.

Acompañar frente a curar

Aquí radica una diferencia clave: la medicina busca curar, pero no siempre es posible; en cambio, acompañar sí lo es. Arte y narrativa funcionan como herramientas para ese acompañamiento: permiten estar presentes en el sufrimiento, abrir espacios de comunicación y dotar de sentido a la experiencia de la enfermedad.

El arte en contextos clínicos

El arte ha demostrado ser un recurso poderoso en entornos médicos tanto como entretenimiento como parte del acompañamiento emocional y psicológico de pacientes y familias. Diversos programas hospitalarios han incorporado iniciativas artísticas con resultados positivos en la reducción del estrés y en la mejora del clima hospitalario.

Artes visuales

Murales en hospitales infantiles, exposiciones itinerantes en salas de espera o talleres de pintura para pacientes oncológicos son ejemplos de cómo las artes visuales transforman los espacios clínicos en lugares más humanos. Estas intervenciones, además de embellecer, crean entornos menos intimidantes y favorecen la comunicación entre pacientes y personal sanitario.

Música

La musicoterapia es probablemente la forma más estudiada de arte aplicado a la salud. Escuchar o interpretar música puede disminuir la percepción del dolor, reducir la ansiedad prequirúrgica y mejorar el estado de ánimo. En muchos hospitales se organizan conciertos o sesiones de música en directo, que contribuyen a generar un ambiente de calma y conexión emocional.

Artes escénicas y digitales

El teatro y la performance también han encontrado espacio en contextos clínicos, especialmente en el ámbito de la salud mental. Representar historias colectivas permite a los pacientes elaborar experiencias traumáticas de manera simbólica y compartida. Más recientemente, las artes digitales y la realidad virtual se utilizan para distraer del dolor en tratamientos invasivos o para reducir la ansiedad en niños hospitalizados.

La narrativa en la práctica médica

Si la medicina busca datos objetivos —síntomas, análisis, diagnósticos—, la narrativa aporta la dimensión subjetiva: cómo vive la persona su enfermedad. Este enfoque, desarrollado sobre todo desde la narrative medicine, recuerda que la experiencia del paciente no puede reducirse a cifras y que su historia personal es parte fundamental del proceso de cuidado.

Escuchar al paciente

Rita Charon insiste en que la escucha atenta de la historia del paciente mejora la calidad de la atención. Narrar no solo transmite información, sino que ayuda a ordenar la experiencia, a encontrar un sentido y a establecer un vínculo con el profesional de la salud. Un relato permite comprender cómo la enfermedad afecta a la identidad, las relaciones familiares o los proyectos de vida, aspectos que ningún análisis clínico puede medir.

Escribir para sanar

La escritura autobiográfica también se ha convertido en una herramienta de acompañamiento. Diarios de enfermedad, blogs o memorias permiten a los pacientes dar forma a sus vivencias y compartirlas con otros. La investigación en psicología ha mostrado que escribir sobre experiencias difíciles puede reducir el estrés y favorecer la resiliencia. En hospitales, talleres de escritura creativa han servido como espacios de apoyo colectivo y de expresión emocional.

Narrativa para profesionales

La narrativa no solo beneficia a los pacientes. Para los médicos y enfermeros, entrenarse en habilidades narrativas ayuda a cultivar la empatía, a prevenir el desgaste profesional y a recordar que cada “caso clínico” es, en realidad, una vida concreta. Escuchar historias humanas reequilibra la relación médico-paciente y fortalece la dimensión ética del cuidado.

Beneficios para pacientes y profesionales

La incorporación del arte y la narrativa en el ámbito médico ofrece beneficios tanto para quienes atraviesan una enfermedad como para quienes trabajan en su cuidado.

Para los pacientes

Numerosas investigaciones han mostrado que participar en actividades artísticas o narrativas puede reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo y favorecer la comunicación con los profesionales de la salud. La música o la pintura funcionan como distracción positiva durante tratamientos dolorosos, mientras que escribir o contar historias ayuda a integrar la enfermedad en la propia biografía y a reforzar la resiliencia. Compartir narrativas de enfermedad también genera comunidad: los pacientes descubren que no están solos en su experiencia y que otros han transitado caminos similares.

Para los profesionales

El beneficio no se limita a los pacientes. Médicos, enfermeros y otros profesionales sanitarios encuentran en el arte y la narrativa una forma de combatir el desgaste emocional que produce la práctica clínica. Escuchar historias humanas recuerda el sentido profundo de la medicina y ayuda a prevenir el burnout, un síndrome cada vez más extendido en entornos de alta presión. Los programas de formación en narrative medicine han mostrado que cultivar la escucha activa y la empatía mejora la relación médico-paciente y contribuye a una mayor satisfacción profesional.

Tensiones y desafíos

Aunque los beneficios del arte y la narrativa en medicina son cada vez más reconocidos, su implementación enfrenta varios retos.

En primer lugar, existe el riesgo de instrumentalizar estas prácticas, reduciéndolas a simples “terapias complementarias” sin reconocer su valor cultural y humano. El arte no debería verse únicamente como una herramienta para reducir la ansiedad o “entretener” a los pacientes, sino como una forma legítima de expresión y acompañamiento.

En segundo lugar, hay limitaciones estructurales. Muchos hospitales carecen de recursos, espacios o personal formado para integrar proyectos artísticos o narrativos en la rutina clínica. La sobrecarga de trabajo dificulta que los profesionales dediquen tiempo a escuchar con calma las historias de sus pacientes, y la falta de financiación limita la continuidad de iniciativas culturales en entornos sanitarios.

Otro desafío radica en la tensión con la medicina basada en la evidencia. Los gestores sanitarios suelen demandar pruebas cuantificables de eficacia, mientras que los beneficios del arte y la narrativa —como el alivio emocional o la empatía— son difíciles de medir con los mismos parámetros que un fármaco.

Superar estas tensiones requiere un enfoque interdisciplinar: investigadores, médicos, artistas y pacientes deben colaborar para consolidar modelos sostenibles que reconozcan el valor del arte y la narrativa en el cuidado de la salud.

Perspectiva crítica y reflexiva

El papel del arte y la narrativa en la medicina abre un horizonte de reflexión sobre qué entendemos por salud y cuidado. Si la biomedicina se centra en curar, estas prácticas recuerdan que acompañar es igual de necesario. Se trata de ampliar el marco: reconocer que los pacientes son seres humanos con historias, emociones y necesidades simbólicas.

Desde una mirada crítica, conviene insistir en que el arte y la narrativa no pueden reducirse a herramientas de eficacia inmediata. Su valor radica también en defender la dignidad del paciente, en hacer de los hospitales espacios más humanos y en fortalecer la empatía en quienes cuidan. Además, plantean un reto a las instituciones sanitarias: integrar de manera estable las humanidades en la práctica clínica.

El arte y la narrativa actúan como puentes entre ciencia y experiencia, entre lo objetivo y lo subjetivo. Pintar, escuchar música, escribir o compartir una historia no curan por sí mismos, pero pueden transformar la vivencia de la enfermedad. Integrar estas prácticas en la medicina contemporánea significa apostar por una atención más completa, donde el bienestar emocional y simbólico del paciente sea reconocido como parte esencial de la salud.