En el treinta aniversario del descubrimiento del Faro de Alejandría, un importante hallazgo arqueológico bajo las aguas del Mediterráneo reescribe la historia de una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo

Un equipo científico franco-egipcio, liderado por Isabelle Hairy, del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) y dirigido por el Centro d’Études Alexandrines (CEAlex), ha completado una misión arqueológica sin precedentes en la costa de Alejandría (Egipto), devolviendo a la luz 22 bloques colosales del Faro de Alejandría, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Esta operación representa un avance clave para el ambicioso proyecto PHAROS, que pretende recopilar datos del monumento desde su construcción hasta su desaparición.
Los vestigios extraídos incluyen linternas y jambas de la puerta monumental, algunas con pesos entre 70 y 80 toneladas, el umbral, así como grandes losas del podio y elementos desconocidos hasta ahora, como un pilar de estilo egipcio y técnica helénica.
El objetivo es escanearlos mediante técnicas de fotogrametría –para lo cual ya se han digitalizado más de 100 bloques bajo el agua– y entregarlos a ingenieros de The Dassault Systèmes Foundation. Con estas piezas reconstruirán el faro en su totalidad, desde los bloques individuales hasta la estructura completa, explorando detalles como su proceso constructivo, función original y causas de deterioro. Todo esto servirá para hacer un modelo virtual del faro, para devolver el esplendor a este monumento y permitir a los visitantes recorrerlo como si estuvieran allí.
El faro es del siglo III a.C., durante el reinado de Ptolomeo II, y servía como punto de referencia portuario y como faro. Se desconoce qué nombre tenía originalmente su arquitecto. Si bien se solía mencionar a Sóstrato de Cnido, esta atribución ha sido puesta en duda. Layout y testimonios históricos apuntan a una estructura de tres niveles: base maciza, torre octogonal y cúspide cilíndrica rematada con una estatua, alcanzando entre 103 y 118 metros de altura. El faro, situado en una zona expuesta a muchos terremotos, consiguió sobrevivir a varios, hasta los de 1303 y 1325 que colapsó estructuralmente, y sus escombros desaparecieron en 1480, debido a una nueva construcción en la plataforma antigua del faro.
El sitio, cerca del actual fuerte de Qaitbay, testigo de sucesivas construcciones, ha sido objeto de exploraciones desde 1994, y más sistemáticamente desde 1995, por Jean-Yves Empereur y su equipo, usando instrumentos como globos de flotación para levantar más de 3.000 bloques sumergidos, autentificándolos como parte de la antigua estructura.

Las autoridades egipcias, junto a la UNESCO, plantean incluir el sitio en la lista de Patrimonio Mundial. También estudian la viabilidad de un museo submarino, que permitiría a submarinistas y turistas explorar los restos sin deteriorarlos.
El proyecto «Pharos», financiado por la Fundación Dassault Systèmes y dirigido por Isabelle Hairy (CNRS/UMR 8167), integra historiadores, numismáticos, arquitectos y arqueólogos, revisando fuentes desde el siglo III a.C. hasta su destrucción en el siglo XV. Su cometido es complementar los restos fragmentarios con testimonios históricos y reconstrucciones digitales.