Lo que durante décadas ha sido símbolo de maldiciones y muerte, hoy podría convertirse en una esperanza terapéutica: un hongo ligado a la leyenda de Tutankamón ha revelado compuestos con un potente efecto anticancerígeno

Un equipo de la Universidad de Pennsylvania ha reimaginado a Aspergillus flavus, un hongo vinculado históricamente con la «maldición de Tutankamón», convirtiéndolo en fuente de nuevas moléculas anticancerígenas. El estudio, publicado el 23 de junio de 2025 en Nature Chemical Biology, describe una novedosa familia de péptidos cíclicos derivados de este hongo tóxico, llamados asperigimycinas.
El hongo Aspergillus flavus ha sido relacionado con la muerte de varios arqueólogos tras abrir tumbas antiquísimas recién descubiertas, como la del faraón Tutankamón en los años 20 o la del rey Casimiro IV en Polonia en los 70, debido a enfermedades respiratorias causadas por sus esporas. Ahora, ese mismo hongo alberga un arsenal molecular con actividad antileucémica.
Los científicos identificaron en el hongo unas moléculas llamadas asperigimicinas, capaces de atacar células cancerosas. Estas sustancias son fabricadas por el propio hongo mediante un proceso natural complejo y se caracterizan por tener una estructura química muy elaborada, como si fueran pequeños «nudos» formados por varios anillos conectados entre sí. De las cuatro versiones diferentes que lograron aislar, dos resultaron eficaces para eliminar células de leucemia incluso sin modificar. A una tercera versión, llamada 2‑L₆, los investigadores le añadieron una cadena de grasa, lo que aumentó notablemente su potencia: funcionó tan bien como algunos de los medicamentos más usados hoy contra este tipo de cáncer.
Un cribado genético CRISPR reveló que el transportador celular SLC46A3 es esencial para que 2‑L₆ entre eficazmente en las células leucémicas. Esta proteína facilita el transporte desde los lisosomas hacia el citosol, y presumiblemente permite la actividad intracelular del compuesto. De esta forma, la cadena grasa mejora la penetración celular, pero también interactúa con la maquinaria de transporte específica que actúa como puerta molecular.

Los experimentos apuntan a que las asperigimycinas actúan interfiriendo con la formación de microtúbulos, esenciales para la división celular. Curiosamente, su toxicidad se mostró específica: resultaron activas principalmente sobre células leucémicas, sin afectar a células de cáncer de mama, hígado o pulmón, ni a bacterias u hongos.
Este descubrimiento abre dos líneas principales. En primer lugar, colocar a asperigimycinas como candidatos a estudiar en modelos animales, con miras a futuros ensayos clínicos. En segundo lugar, anima a explorar en otros hongos genomas similares: ya se han detectado clusters genéticos análogos en especies próximas, lo que sugiere que los RiPPs fúngicos representan un campo fértil para la bioprospección médica.